Por
una extraña y trágica perversión del instinto encargado de las valoraciones, el
pueblo español, desde hace siglos, detesta todo hombre ejemplar, o, cuando
menos, está ciego para sus cualidades excelentes. Cuando se deja conmover por
alguien, se trata, casi invariablemente, de algún personaje ruin e inferior que
se pone al servicio de los instintos multitudinarios.
José Ortega y Gasset