"... todos somos cambiantes por naturaleza, a poco que nos dejemos influir por lo nuevo y lo desconocido, por las informaciones con las que antes no contábamos y las opiniones de otras personas que nos merecen respeto [...] al que cambia fácilmente se le acusa de deslealtad o traición.
La pureza de sangre es tan impracticable ahora como en el siglo XVI, y la obsesión por ella contiene la semilla de una patología que no quiere ver al otro para no encontrar en él una parte detestada de uno mismo".
Antonio Muñoz Molina.
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